Freedom

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sábado, 31 de enero de 2015

Si no tuviera...

Si no tuviera una cadena que limita mis movimientos, podría alcanzar el sueño de amar. De cogerte de la mano sin miedo y recorrer contigo el mundo sin que nadie nos moleste. De perderme en tus ojos y decirte que te quiero, que no puedo pasar ni un día sin ti,

Si no tuviera pánico a escuchar tu respuesta, sería capaz de gritar en nuestros silencios que te amo. De saltar la barrera que nos separa, que condiciona todo lo que siento por ti. Me impondría a cualquier adversidad si supiera qe tu corazón dice lo mismo que el mío.

Si no tuviera razón al creer que lo nuestro no es que sea imposible, es que solamente es imposible, pensaría que dos más dos pueden ser cinco u que los globos también vuelan sin helio. Que las gaviotas saben vivir lejos del mar y que las nubes lloran porque no las dejan ver el sol.

Si no tuviera un secreto en el que me dedicara a esconder lo que siento, escribiría en tus sábanas mi pensamiento. Anotaría cada dictado en tus labios e imaginaria que cada beso es el mejor que has dado nunca. Dibujaría una línea infinita en tu espalda que hiciera que me perdiera en lo más profundo de tu horizonte.

Si no tuviera tantas ganas de quererte, abandonaría esa idea en un instante, Derrocharía mis lágrimas en intrascendentales historias de mi estúpido día a día. Buscaría un armario del que sacar toda la ropa que nunca me pongo. En realidad, moriría si ya no me quedaran ganas de quererte.


Alguien que me rescate

Que venga a por mí y me recoja en sus brazos amables.
Que me diga que hoy soy especial. Que no haga que me esconda de lo que llevo dentro. Que me apriete fuerte y me sonría con ternura y amor.

¿Hay alguien que me quiera por ahí?

Mi secreto pesa. Lo llevo atado al cuello con una soga que cada día aprieta un poco más. Siento esa cuerda invisible cuando cierro los ojos y cuando los abro. Cuando miro, cuando ando, cuando tiemblo y cuando estoy en mi cuarto en la soledad de una noche que no me deja dormir.

Quisiera ser feliz pero no puedo. No puedo. No puedo.

Y le prometo a todo el mundo que quiero: quiero ser feliz. De verdad. Pero ¿puede serlo alguien sabiendo que no puede tener lo que más desea?

Debo conformarme. Pasar a otra página del libro: Ignorar lo que dicta mi corazón. Decidir de una vez por todas que todo está perdido.

Admitir el final.

Sin embargo, no es tan sencillo renunciar. No es nada fácil olvidar que lo que sientes no se va a ir, que se va a quedar.

Y mañana al despertar volveré a sentir la misma impotencia y la misma angustia por seguir sintiendo lo que siento.


martes, 27 de enero de 2015

Complicidad.

Imagínate Tu y yo. Juntos. Desnudos. En una cama. Piel con piel. Acariciándonos, besándonos, mirándonos De repente te empiezo a lamer el pecho, y el abdomen, y te pego un ligero mordisquito en el pezón Te pone, mucho, pero te picas. Una sumisa no tiene derecho a hacer eso. Me tiras contra la cama, me agarras una pierna y me pegas una fuerte palmada en el muslo. Me vendas los ojos. Poco a poco me siento mas débil Ya no te veo. Aunque si puedo tocarte y acariciarte. Aunque sepa que por poco tiempo. Me atas las manos en el cabezal de la cama. Ahora solo puedo sentirte. Sin más. No se que vas a hacer ni en que momento. Me susurras. Me muerdes. Me estremezco. Quieres escucharme gritar de placer pero a la vez quieres que me sienta absolutamente débil y dependiente de ti. Decides taparme la boca. Podrás ver lo que disfruto en mi forma de retorcerme encima de la cama. En la forma en la que desencaje las sabanas del sitio, en la forma en la que el simple movimiento de mi cuerpo te suplique a ti. Sigues acariciando. Y cuando menos me lo espero pero mas lo deseo me la metes. Fuerte. Duro. Y empiezan las envestidas. Quiero tocarte. Sentirte. Acariciarte. Morderte. Pero no puedo y eso no sabes lo que me frustra y desespera. Soy una sumisa. Tu sumisa. Solamente tuya. Y sabes que? Eso me pone demasiado. Eres mi amo. Mi señor. Mi dueño. Tienes absolutamente todo el poder sobre mi. Y el poder de decidir si quieres que goce y disfrute o no. Suena el cabezal de la calma golpeando y rebotando contra la pared. Parece que la vamos a partir. Cada vez más duro. Más fuerte. Quiero gritar. Quiero descargarme. Pero no puedo. Empiezo a retorcerme por la cama. Llega uno de tantos orgasmos de los que voy a tener y eso te gusta. Me da la sensación de que estas sonriendo victoriosamente. Te gusta ver mi forma de sumisa disfrutando tanto y llegando a tales extremos y comportándome como una cerda. Y sigues. Y sigues. Y sigues. Ansío tocarte. Pero no puedo. El amo es sagrado. Nadie le puede tocar y menos la sumisa. De repente aumentas la intensidad. Estas a punto de llegar. Lo noto. Noto tus gemidos. El inicio de tu orgasmo. Y de repente lo noto. Tu semen. Tu corrida. Tu yo entero. Dentro de mi. Caliente. Te paras sin sacarla y mi abrazas. Me destapas los ojos y la boca. Intento decirte lo mucho que me ha gustado pero me callas con un beso. Cuanto placer. Cuanta confianza, complicidad, sentimientos y emociones juntas. La sacas. Me desatas. Y nos quedamos juntos. Abrazados en la cama. Felices. Piel con piel. Sabiendo que dentro de unos minutos volveremos a repetir.

lunes, 26 de enero de 2015

Amor improvisado:

Por mucho que queramos disfrazarlo, ocultarlo, evitar hablar de él..., el amor es lo más importante que existe en el universo. Y los jóvenes lo vivimos con más intensidad, con más pasión y con más ansiedad que el resto del mundo.

No lo pienso sólo ahora, que estoy enamorada y soy correspondida. Lo he pensado siempre, aunque no siempre lo haya reconocido.

Algunos jóvenes se enamoran en secreto y les cuesta dar el paso definitivo. Otros disfrutan de una relación que nos parece que será para siempre. Hay adolescentes que no encuentran a su media naranja y prueban otras hasta que dan con la definitiva. Incluso, muchos chicos discuten y rivalizan con otros chicos por el mismo amor.

De lo que estoy segura es de que hay una persona destinada para cada uno de nosotros.

Y no nos debemos conformar con sentir a medias o gustar. Debemos buscar a la persona que nos quiera de verdad y por la que nosotros daríamos la vida.

Tal vez, para eso, haya que llevarse algún chasco y sobrevivir a varios naufragios. Pero a lo mejor ese que rema hacia ti y que te lanza el salvavidas para salir a flote es justo la persona a la que tanto estabas esperando.

Si hay algo que lleva consigo el amor es improvisación. En todos sus aspectos. No eliges de quién te enamoras. Ni puedes elegir que alguien se enamore de ti. Cuando descubres que algo falla o que algo no está en su sitio, toca improvisar también. E improvisas cuando el beso es diferente al que esperabas o su voz interior es diferente a lo que dice con la boca.

El amor no envejece, eres tú el que se hace mayor. El amor no discute, eres tú el que le lleva la contraria. El amor no se pierde, eres tú el que no encuentra el camino. El amor no tropieza, eres tú el que pone obstáculos.

Fíate de tu corazón cuando pienses con la cabeza. Enamórate sin miedo, sin trabas. Enamórate regalándote una oportunidad de querer a alguien. Porque, en cuestiones de oportunidades y de amor, tú eres el único que realmente sale lo que quiere.


Piénsalo.

Rachas

¿Qué puede llevar a una persona a hacerse daño a sí misma?

¿Falta de personalidad, debilidad, cobardía, valentía, desesperación, inconsciencia, locura, querer llamar la atención, osadía, pedir auxilio...?

No lo sé.

Posiblemente, ninguna de esas cosas, todas a la vez o mil razones diferentes más que no consigo recordar o no me atrevo a señalar aquí.

La decisión de cortarse, autolesionarse o intentar asfixiarse o ahogarte no debe de ser nada fácil. Y conocer a personas que han pasado por eso tampoco.

Es muy duro para todos. Pero sobre todo es duro para quien lo sufre y sigue viviendo inmerso en su tortura. No me imagino cómo debe de sera el momento en el que eliges el método, el minuto y la manera. ¿Subirá la adrenalina o te morirás de miedo? ¿Temblarás?

Cuando das ese paso adelante, estás dando varios hacia atrás. Ya nada en tu vida será lo mismo, y las personas que se enteren de lo sucedido nunca más de mirarán de la misma forma. Te conviertes en una especie de cristal de Bohemia. Te vuelves frágil. Te rompes con más facilidad y todos tienen más cuidado para no ser los causantes de esa rotura.

Por desgracia, vivimos en un mundo en el que nos equivocamos y perdemos el rumbo más veces de las que deberíamos. Y una historia calca otra historia. Y un impulso sirve para crear otros impulsos. Demasiado iguales, demasiado comunes. Copiamos más lo negativo que lo positivo.

Me gustaría hablar con todas las personas para decirles que existen soluciones. Otra manera de encarar la vida, aunque nada logre hacerte feliz. Aunque te veas perdido en un lugar que ni siquiera es el tuyo. Aunque el poco aliento que te queda no te sirva ni para respirar adecuadamente.

Si he aprendido algo en los pocos años que tengo es que me quedan muchos años por vivir. Aunque suene redundante. La vida es una cuestión de rachas. De rachas de todo tipo. Y si eliges el camino malo, siempre habrá tiempo de volver al bueno o de seleccionar otro camino más adelante. Puede que, esa vez, el camino, sea mejor.

A esas personas, si pudiera hablar con ellas, les pediría que no se rindan nunca. Que piensen en ellas, que piensen en los demás. En todos esos que les quieren. Que se atrevan a pensar, Que se atrevan a desafiar a la vida, Que se atrevan a no tener miedo. Ganarás, perderás..., pero no arrojarás todo por la borda.

Respeto mucho a las personas. Respeto lo que deciden. Respeto lo que hacen. Siempre lo haré. Porque sé que vivir es difícil y porque sé que en ocasiones lo único que te sale de dentro es tirar la toalla.


Pero toca luchar. Toca hacer frente a los problemas. Porque si luchas y haces frente tienes más posibilidades de encontrar lo que yo acabo de encontrar: a esa persona que te convenza de todo esto que acabo de escribir.

Frustración;

Las cinco y cuarto de la mañana y aquí sigo despierta. Hace un par de horas que no paro de darle vueltas a todo lo acontecido y no me puedo dormir. Si supiera cómo hacer que las cosas funcionaran bien, cómo evitar el sufrimiento de la gente que tengo a mi alrededor, no dudaría ni un segundo en actuar de otra manera. Los problemas se amontonan en mi cabeza a estas horas de la madrugada, sintiéndome culpable, aunque sé que estoy más próxima a ser inocente. Me hacen daño las palabras simples, los gestos complejos y los pensamientos que se vuelven invisibles. Me enredo en las sábanas de mi cama, mirando al techo e intentado buscar una salida que me guíe a la respuesta adecuada. Quisiera contemplar el mundo desde muy arriba, donde nadie me pueda herir, hacerme daño. Sin embargo, continúo aquí. Pensativa, llorona, más sensible, perdiendo la confianza que últimamente había logrado reunir.

Cada día todo se complica más y mis problemas me atrapan en el tiempo, que se hace eterno. ¿Para qué queremos tanto tiempo si lo vivimos sin lucir una sonrisa? ¿Por que no somos capaces de avanzar sin necesitar ser necesarios? ¿Desde cuándo somos tan débiles para dar por bueno que el rumbo elegido no es el que nosotros escogemos?

Son tantas preguntas las que le hago a mi pobre almohada que apenas noto la humedad de las lágrimas que se deslizan por mi cara de vez en cuando.

Llorar desahoga. Aunque llorar de frustración enferma los sentidos.

Hacer lo correcto no sólo depende de uno mismo y no siempre decir la verdad nos alivia. La verdad duele, la verdad se esconde, en ocasiones, en una maleza de palabras tan espesa que es imposible tirar de ella para sacarla. ¿Merece la pena decir siempre la verdad?

Sé que no soy perfecta; que estoy más cerca del error que del acierto de la naturaleza. No pretendo llevar siempre la razón, ni que las personas más cercanas a mí me digan que sí a todo. Pero trato de ser honesta. Lo que hago, lo hago de corazón, sin moverme entre las sombras. No manipulo, ni busco segundas intenciones. Si guardo un secreto, es porque tiene que ser guardado. Si confiese un pecado, es porque debe ser confesado. Sin evoluciones extras, sin formas desconocidas.

Necesito soluciones. Respuestas. Deshacer el puzle y volverlo a hacer, colocando bien las piezas. Necesito una canción con estribillo alegre y una película que tenga un bonito final.

Necesito ser feliz de una vez por todas. Despertarme por las mañanas animosa y dormir por las noches sin desvelarme. Soñar con imposibles cercanos y recrearme en sueños que me alejen de la realidad.


Es eso, felicidad. Lo que le falta a mi vida es felicidad. Y no llorar más de frustración, sino derramar lágrimas de alegría.

viernes, 9 de enero de 2015

Falsas opciones;

¿Realmente conocemos a las personas como creemos?
¿Es posible que alguien cambie tanto de un día para otro como para acabar no reconociéndole?
Después de mis últimas experiencias tengo que decir que sí, que es posible. Es muy duro, y si, además es alguien a quien queremos, duele más.
A lo mejor, lo que sucede es que nos colocamos una venda en los ojos y no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. ¿No dicen que el amor es ciego? Tal vez los ciegos somos nosotros y le echamos la culpa al amor. Lo adecuado sería de vez en cuando revisar la vista y así tratar de evitar futuros sobresaltos.

Y es que estoy muy confusa en estos momentos. No entiendo por qué ha pasado todo esto. ¿Y si es culpa mía? ¿Y si ese cambio lo provoqué yo? No lo sé; lo único que sé es que el no era así. Ese no es el chico que me enamoró. El que me hizo comprender que era capaz de sentir más allá de la piel, de los complejos, de los clichés sociales y de las teorías que no le importan a nadie. El logró que confiar en mí no fuera una lejana fantasía, sino una valiente realidad. Puso la primera piedra en la estatua de sentimientos en la que me he transformado y con la que empiezo a sentirme un poco mejor.

¿Es verdad que se fue? ¿O solo era un disfraz?

Cuando piensas en alguien, lo puedes hacer de dos formas: sumando los recuerdos que te dejó hasta ese día o quedándote con la última visión que has tenido de él o ella.

¿Cuál es más real?

Probablemente, la primera. Sin embargo, es más habitual caer en la segunda. Al menos, a corto plazo. Tendemos a quedarnos con la última imagen que tenemos de esa persona. Para bien o para mal. Y muchas veces nuestro amor o nuestro odio dependen de ese último encuentro, sin contar con cada uno de los fotogramas con los que se construyó la película.

A partir de ahora, ¿qué? ¿Cómo se supone que debo actuar?

Hay muchas opciones, pero todas a medias. Ninguna será definitiva,ninguna conseguirá solucionar el problema. En ninguno de los casos me sentiré bien y con ninguna medida me restableceré de lo que está pasando. Si duermes, te arriesgas a tener pesadillas. Pero es imposible vivir sin dormir.

Por lo tanto, todas esas opciones son falsas opciones.
Aunque de alguna manera hay que comportarse.

En el juego de la vida gana el que es feliz, aunque es posible que todavía a nadie le hayan dado el primer premio.

Decisiones;

Me siento como si estuviera incubando un virus y fuera consciente de que en cualquier instante se expandirá por el interior de mi confuso corazón.

El problema está en si me quiero curar. En si quiero ese antídoto antes de enfermar de verdad. Porque una vez que consiga sujetarme no lograré deshacerme de él.

Así es el amor. Te engancha y te suelta a su antojo.
¿Tengo opción de elegir?
Posiblemente, no. No manda la razón. No seleccionas tú. Es tanto el poder de ese virus que, si te atrapa, no te suelta.

Sólo queda luchar contra él. Poner remedio. Mostrarte firme y ahuyentar la debilidad. Si eres débil, si te dejas llevar, habrás caído en la red.
No sé si estoy en condiciones de enamorarme de otra persona. No creo que tenga derecho a que se me iluminen los ojos mirando otros ojos.

Entonces, ¿es una prueba?
¿Una lección de fortaleza?
¿Un cambio de dirección en mi vida?
No estoy segura. Solo sé que deseaba ese beso.

Cuando se acercó a mi boca, cuando respiré su respiración. Cuando escuché latir a toda prisa su corazón, quise probar sus labios.

Y el, ¿me quería besar?
No sé si está jugando. Si sólo soy un reto. Una diversión para alguien que puede divertirse con quien quiera. Ésa es la impresión que me da. Aunque diga que sueña conmigo, que tengo los ojos bonitos, que piensa en mí... No me lo creo. No creo que un chico así pueda estar interesado en alguien como yo.

¿Es posible que me esté enamorando?
Me siento culpable por estar divagando sobre una nueva aventura. Sobre todo, sin haber cerrado por completo otras anteriores. Me siento mal por no ser clara. Por no cerrar los ojos y verle abrazado a mi. Por no escuchar fuegos artificiales al rozar sus labios. Estoy mal por no quererle como al principio.

No sé que debo hacer. No es fácil tomar decisiones. Decisiones tan importantes como para determinar con quién quieres soñar por las noches. Decisiones de las que dependerá dónde das un beso o si tus caricias van más allá de la piel.


Decisiones que marcarán mi vida y para las que no se si estoy preparada.

martes, 6 de enero de 2015

Siempre existen secretos.

Te tenía abandonado. Hacía varias semanas que quería sentarme delante del ordenador y contarte lo que sentía. Pero unas veces por falta de tiempo, otras por falta de compromiso, me terminaba rindiendo y dejaba pasar la ocasión. Pero hoy no. Hoy he decidido continuar hablándote de mí. De lo que siento. De ese cosquilleo que invade mi estómago cada vez que tengo algo que contarte. Me apetecía teclear mis pensamientos como hacía antes. Escribir desahoga, te da valor. Al menos a mí, que sigo siendo una tonta introvertida y me cuesta expresarme.

Ya lo sabes, mi secreto fue revelado. Ahora se han enterado de quién soy y qué soy. Fue una gran liberación personal y un alivio insuperable. Pero ¿quién no se guarda algo para sí mismo? Siempre existen secretos. Siempre. Todos tenemos algo que ocultar. Así que, aunque desvelé el mayor de ellos, ahora vuelvo a esconder un pedacito de mi historia en un baúl invisible cerrado con llave. Una llave que sólo yo sé dónde está guardada, que sólo yo puedo encontrar.

Bueno, para ser sincera, no sólo yo. Hay alguien más...

El amor es tan complicado. En unos meses puedes pasar por todos los estados inimaginables. Puedes querer a alguien y no ser correspondido. O justo lo contrario. En ambos casos hay dolor. Se pasa mal. Esa persona, la otra, no siente lo mismo que tú, en cualquiera de los dos sentidos del camino. Y sin embargo, está ahí. Existe. La ves, hablas con ella. Aguantando ese dolor interno por el rechazo o sintiéndose culpable por no querer de la misma forma. Sólo el tiempo cura ese mal. Y, a veces, ni si quiera el tiempo es el antídoto y el dolor dura para siempre.

Pero ¿y cuándo el amor es correspondido?

Cuando el amor es correspondido, todavía es más complicado. Y duele igual o más. Aparecen los celos, las tentaciones, los malos entendidos..., las dudas. ¿Seguirá sintiendo lo mismo? Y yo, ¿siento lo mismo que el primer día?
Cuando las dudas se apoderan de ti, el amor que era correspondido se transforma en preguntas. Decenas de preguntas que quizá no tengan respuesta.

Ni los besos saben igual de un mes para otro.

Sin embargo, y a pesar de todo, las ganas por querer persisten. Aunque sólo vivas de los recuerdos. De esos recuerdos que serán eternos hasta que vengan otros recuerdos que los sustituyan.


Me está pasando a mí, pero no soy ni seré la única.