¿Realmente
conocemos a las personas como creemos?
¿Es
posible que alguien cambie tanto de un día para otro como para
acabar no reconociéndole?
Después
de mis últimas experiencias tengo que decir que sí, que es posible.
Es muy duro, y si, además es alguien a quien queremos, duele más.
A
lo mejor, lo que sucede es que nos colocamos una venda en los ojos y
no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. ¿No dicen
que el amor es ciego? Tal vez los ciegos somos nosotros y le echamos
la culpa al amor. Lo adecuado sería de vez en cuando revisar la
vista y así tratar de evitar futuros sobresaltos.
Y
es que estoy muy confusa en estos momentos. No entiendo por qué ha
pasado todo esto. ¿Y si es culpa mía? ¿Y si ese cambio lo provoqué
yo? No lo sé; lo único que sé es que el no era así. Ese no es el
chico que me enamoró. El que me hizo comprender que era capaz de
sentir más allá de la piel, de los complejos, de los clichés
sociales y de las teorías que no le importan a nadie. El logró que
confiar en mí no fuera una lejana fantasía, sino una valiente
realidad. Puso la primera piedra en la estatua de sentimientos en la
que me he transformado y con la que empiezo a sentirme un poco mejor.
¿Es
verdad que se fue? ¿O solo era un disfraz?
Cuando
piensas en alguien, lo puedes hacer de dos formas: sumando los
recuerdos que te dejó hasta ese día o quedándote con la última
visión que has tenido de él o ella.
¿Cuál
es más real?
Probablemente,
la primera. Sin embargo, es más habitual caer en la segunda. Al
menos, a corto plazo. Tendemos a quedarnos con la última imagen que
tenemos de esa persona. Para bien o para mal. Y muchas veces nuestro
amor o nuestro odio dependen de ese último encuentro, sin contar con
cada uno de los fotogramas con los que se construyó la película.
A
partir de ahora, ¿qué? ¿Cómo se supone que debo actuar?
Hay
muchas opciones, pero todas a medias. Ninguna será
definitiva,ninguna conseguirá solucionar el problema. En ninguno de
los casos me sentiré bien y con ninguna medida me restableceré de
lo que está pasando. Si duermes, te arriesgas a tener pesadillas.
Pero es imposible vivir sin dormir.
Por
lo tanto, todas esas opciones son falsas opciones.
Aunque
de alguna manera hay que comportarse.
En
el juego de la vida gana el que es feliz, aunque es posible que
todavía a nadie le hayan dado el primer premio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario