Las
cinco y cuarto de la mañana y aquí sigo despierta. Hace un par de
horas que no paro de darle vueltas a todo lo acontecido y no me puedo
dormir. Si supiera cómo hacer que las cosas funcionaran bien, cómo
evitar el sufrimiento de la gente que tengo a mi alrededor, no
dudaría ni un segundo en actuar de otra manera. Los problemas se
amontonan en mi cabeza a estas horas de la madrugada, sintiéndome
culpable, aunque sé que estoy más próxima a ser inocente. Me hacen
daño las palabras simples, los gestos complejos y los pensamientos
que se vuelven invisibles. Me enredo en las sábanas de mi cama,
mirando al techo e intentado buscar una salida que me guíe a la
respuesta adecuada. Quisiera contemplar el mundo desde muy arriba,
donde nadie me pueda herir, hacerme daño. Sin embargo, continúo
aquí. Pensativa, llorona, más sensible, perdiendo la confianza que
últimamente había logrado reunir.
Cada
día todo se complica más y mis problemas me atrapan en el tiempo,
que se hace eterno. ¿Para qué queremos tanto tiempo si lo vivimos
sin lucir una sonrisa? ¿Por que no somos capaces de avanzar sin
necesitar ser necesarios? ¿Desde cuándo somos tan débiles para dar
por bueno que el rumbo elegido no es el que nosotros escogemos?
Son
tantas preguntas las que le hago a mi pobre almohada que apenas noto
la humedad de las lágrimas que se deslizan por mi cara de vez en
cuando.
Llorar
desahoga. Aunque llorar de frustración enferma los sentidos.
Hacer
lo correcto no sólo depende de uno mismo y no siempre decir la
verdad nos alivia. La verdad duele, la verdad se esconde, en
ocasiones, en una maleza de palabras tan espesa que es imposible
tirar de ella para sacarla. ¿Merece la pena decir siempre la verdad?
Sé
que no soy perfecta; que estoy más cerca del error que del acierto
de la naturaleza. No pretendo llevar siempre la razón, ni que las
personas más cercanas a mí me digan que sí a todo. Pero trato de
ser honesta. Lo que hago, lo hago de corazón, sin moverme entre las
sombras. No manipulo, ni busco segundas intenciones. Si guardo un
secreto, es porque tiene que ser guardado. Si confiese un pecado, es
porque debe ser confesado. Sin evoluciones extras, sin formas
desconocidas.
Necesito
soluciones. Respuestas. Deshacer el puzle y volverlo a hacer,
colocando bien las piezas. Necesito una canción con estribillo
alegre y una película que tenga un bonito final.
Necesito
ser feliz de una vez por todas. Despertarme por las mañanas animosa
y dormir por las noches sin desvelarme. Soñar con imposibles
cercanos y recrearme en sueños que me alejen de la realidad.
Es
eso, felicidad. Lo que le falta a mi vida es felicidad. Y no llorar
más de frustración, sino derramar lágrimas de alegría.
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